top of page

Recuerdos de los primeros días

General Fernando López del Pozo

 

UN EJEMPLO DE RECLUTA
Estaba  yo  destinado  en  el  Órgano de Dirección de la Dirección General de Política de Defensa, la DIGENPOL, a cuyo frente se encontraba el Teniente General D. Pedro Pitarch. El día 07 de enero de 2006 se produjo el cese inesperado del Teniente General Jefe de la Fuerza Terrestre y poco después se empezó a hablar para sustituirle del Teniente General Pitarch, por lo que nos quedábamos sin jefe.

 Así las cosas, el viernes 20 de enero, llego al despacho por la mañana y me dicen “de buena tinta” que el Secretario General de Política de Defensa, jefe inmediato superior del DIGENPOL, ha pedido tres historiales. Inmediatamente se desatan las quinielas, pues

los tres pertenecen a Generales con posibilidad de relevar al Teniente General Pitarch. Investigo quiénes son los “agraciados” y compruebo que uno de ellos es el General de División D. Fulgencio Coll Bucher, al mando de la División Mecanizada en Burgos y mi antiguo General en la Brigada XI.

Había visto yo al General Coll hacía poco, pues pasó por el Ministerio (por el órgano Central, en puridad) a llamada del Ministro Bono para contarle la verdad sobre unas afirmaciones que vertía Paul Bremmer, quien fuera la máxima autoridad aliada en Irak cuando el General Coll mandó allí la Brigada Multinacional Plus Ultra II, en un libro, que dejaban mal parados a los españoles. Así que até cabos y pensé: además de hablar del falaz de Bremmer, habrán hablado de relevar al DIGENPOL. La cosa, desde luego, me pareció una suerte, pues había servido muy a gusto a las órdenes del General Coll y la posibilidad de pasar a ser parte de su Órgano de Dirección me resultaba atractiva.

Estábamos ya cerca de la hora de comer y sonó mi teléfono. Al otro lado, alguien me dijo ¿Quién soy? Tardé un poco en aplicar el programa de reconocimiento de voz, pero cuando lo hice le contesté con un “A tus órdenes mi General” ¿Te vienes conmigo a apagar fuegos? Me espetó la voz. Con la idea preconcebida de que podía ser el nuevo DIGENPOL, oí bien lo de “conmigo” y pensé que lo de “apagar fuegos” era figurado, pues, en realidad, como es de todos sabido, en sitios como la DIGENPOL te pasas la vida “apagando fuegos”. De manera que le dije: más bien, mi General, eres tú el que vienes aquí y me tienes a tus órdenes. No, no, me dijo el General, que si te vienes a la UME, esa Unidad que se ha creado nueva para, entre otras cosas, actuar en grandes incendios forestales.

La verdad es que lo de la UME me sonaba remotamente porque el Teniente General Pitarch me había encargado hacía no mucho que le sacara lo que hubiera sobre ella, resultando que, a parte del resumen del Consejo de Ministros del 07 de octubre de 2005, en el que se creó, no había encontrado nada más. No obstante, ya había dicho yo aquello de “me tienes a tus órdenes” y, por otra parte, todos sabemos que las preguntas del superior del tipo ¿Te vienes conmigo a…? sólo tienen una respuesta correcta. Por supuesto, mi General, concluí, a lo que contestó con los detalles de ejecución: el lunes a las 10:00 (no recuerdo la hora exacta, pero por ahí serían) nos vemos en el despacho del Director del Gabinete Técnico del Secretario de Estado de Defensa. Y así fui reclutado, de manera un tanto inconsciente, más fruto de un reflejo de disciplina que de una reflexión profunda, pero, en realidad, para eso nos instruyen ¿No?

El fin de semana lo pasé pensando en cómo crear una Unidad de la nada: desde la captación del personal, a la deseable concesión de la Bandera, que se me antojaba la simbólica culminación del proceso de constitución, pasando por cómo convencer a todo el mundo para que apoyaran el proyecto, en cómo buscar complicidades, tarea siempre difícil y que ya se prometía compleja en aquel momento.

Ya en el despacho del Director del Gabinete Técnico (el General Martín Villalón) y durante los minutos posteriores, fui conociendo a otros ilustres reclutados: algunos, los menos, por llamada directa del General Coll y otros buscados por el General Villalón y sus Tenientes Coroneles, Montenegro al frente, que habían sido los redactores del dossier en el que se plasmaba qué debía ser la UME. Entre los primeros, los Tenientes Coroneles Godoy y Goberna; entre los segundos el Coronel Payo y la Capitán África Herrera Alonso. A partir de aquí se iniciaría un proceso de captación por  círculos  concéntricos  en  el que los tres primeros, con la ayuda del Gabinete, fuimos atrayendo a personal escogido que, a su vez, hizo lo mismo y así hasta crear el Núcleo de Constitución que quedó formado allá por el mes de marzo. Tengo que mencionar aquí al primer suboficial “embarcado” que también es el primer miembro del Ejército  del  Aire,  el  Sargento  1º Julián Fernández García que me siguió desde la DIGENPOL.

Fueron días muy bonitos, de hablar y escuchar mucho, de ver cómo se ponía el Ministerio a trabajar “para nosotros”, algunos con liderazgo, otros con espíritu colaborador claro y también hubo quién se lo tomó con mucha calma. Entre los primeros, recuerdo a los famosos “Chunda” y “Vicechunda”, los directores de comunicación del Ministro, que creo que eran los que tenían el concepto básico interiorizado con más precisión. Entre los últimos, hay que mencionar a los negociadores de personal. Esto no quiere ser una crítica. Su tarea consistía en lograr que Hacienda habilitase lo necesario para activar una nueva Relación de Puestos Militares, es decir, dinero. No creo que haya que explicar lo desesperado de su cometido. Y ahora que menciono esta maldita palabra (dinero), puede que sea el lugar para decir que nunca conseguimos que se cumpliera lo que el acuerdo de Consejo de Ministros de creación estipuló.

De las conversaciones, recuerdo las, para mí, más memorables. Cuando hablamos, José Luis Goberna, Manolo Godoy y yo, de con quién necesitaríamos comunicarnos  para hacernos  útiles en  una emergencia; fue una forma distendida de elaborar unas “necesidades de enlace” que luego José Luis Goberna y sus muchachos supieron satisfacer magistralmente en el Sistema de Telecomunicaciones y Sistemas Informáticos de la UME. También ha dejado particular huella en mi memoria cuando, hablando nada menos que con la Oficial del Cuerpo Jurídico que nos habían asignado, ésta me razonaba, en una interpretación que sigo pensando rigorista, que la UME no era parte de las Fuerzas Armadas ya que no figuramos en la Constitución, lo cual, evidentemente, nos dejaba en una situación bastante comprometida, sobre todo viniendo de “dentro”.

A todo esto, el General Coll no descansaba en su esfuerzo por asegurarnos  un  lugar  de  trabajo adecuado en “el Ministerio” y fuera de él y en   transmitir adecuadamente los fines y proceso organizativo de la Unidad. Acogidos con la mejor redisposición por la Secretaría de Estado, hicieron un hueco para el General en su mismo piso y al resto nos consiguieron colocar en el “Centro de Mando” de la Defensa, “los sótanos”, donde, a parte de no ver la luz del sol, estuvimos bien hasta el traslado a Torrejón en noviembre-diciembre de ese año.

​​

LA DIVISIÓN DEL MUNDO

La  “transmisión  adecuada  de los fines y proceso organizativo de la Unidad” que decíamos emprendió el General Coll de inmediato, merece  comentario  aparte.  Tan pronto como el 30 de enero, inició las presentaciones a los tres Jefes de Estado Mayor con los que se entrevistó sucesivamente los días 30 y 31 de enero y 01 de febrero. En  seguida  fue  evidente  que  la

Unidad  nacía  con  firmes  apoyos y fuertes oposiciones. Dentro de las Fuerzas Armadas se veía que la Unidad iba a constituirse a costa del personal ya destinado en otras Unidades  y  con  presupuestos  ya asignados al Ministerio de Defensa. Fuera de las Fuerzas Armadas pareció   prevalecer   inicialmente una  interpretación  del  Acuerdo del  Consejo  de  Ministros,  difundida en la prensa, según la cual la UME dependía del Presidente del Gobierno  “directamente”.  Como suele ocurrir en estos casos, ambas percepciones tenían algo, sólo algo, de razón.

La  UME  nació,  efectivamente, con personal ya destinado y formado en Unidades de las Fuerzas Armadas, pero el Gobierno aceptó incrementar el número máximo de personal de tropa en los ejércitos para compensar la pérdida (no así los cuadros de mando). La financiación vino también de las partidas asignadas al Ministerio de Defensa, pero no se tocaron los presupuestos de los ejércitos; todo salió de la parte del Órgano Central y de las incorporaciones que se van produciendo  durante  el  año. En todo caso, estaba claro que la UME venía a cumplir de forma especializada una de las misiones de las Fuerzas  Armadas,  recientemente explicitada en la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, así que, en realidad, sólo cabía cumplir la misión.

En cuanto a la dependencia “directa” del Presidente del Gobierno,  costó  difundir  un  importantísimo matiz: todas las Unidades, como parte de la Administración militar   que   son,   dependen   del Presidente del Gobierno, pero lo hacen a través de sus cadenas de mando respectivas, nunca directamente.

Ahora es fácil contar todo esto pero en aquella primavera de 2006 el “Mundo” se dividió entre los que apoyaban  y  los  que  se  oponían. Para mí, claro, y aunque sólo fuera por el trabajo que me daban los segundos, los que me caían bien eran los primeros. Una cara me viene a la cabeza al escribir esto, la del General Fontenla. Era el Jefe de la Brigada Paracaidista y su Unidad, por espíritu, por cercanía y, sin duda, por  el  liderazgo  de  sus  mandos, empezando por su General, una de las máximas contribuyentes a formar los cuadros de mando y tropa de la UME. El General Fontenla nos invitó a comer, al General Coll y a una amplia representación de las Unidades de la UME en Madrid y nos dijo en resumen, “hay que coger tajo”, es decir, hay que asumir tareas y responsabilidades. Primero porque es nuestra obligación como soldados y segundo porque

está en el espíritu de servicio de los ejércitos a España. Para mí fue un  magnífico  ejemplo  de  clarividencia y generosidad.

En mis recuerdos, esta fase de fortalecimiento interno y comunicación de lo que éramos y lo que pretendíamos termina después

del verano de 2006. Al acabarlo, habíamos realizado el primer campamento básico de emergencias, habíamos sido testigos como observadores de un virulento periodo de incendios forestales, habíamos destacado personal a Francia para  trabajar  con  sus  Unidades especializadas  en  la  materia,  estábamos a punto de trasladarnos a la Base Aérea de Torrejón y, sobre todo, empezábamos las visitas fuera de Madrid: a las bases que nos iban a acoger y a las Regiones Autónomas que íbamos a apoyar y con las que debíamos alcanzar un elevado nivel de comprensión e interoperabilidad. Fue un periodo intensísimo de

viajes  y  de  presentaciones  que realizaba  el  General  Coll  personalmente.  El  recibimiento  en  las bases era siempre correcto, hasta cariñoso a veces, guiando siempre la cortesía militar y con el plus del conocimiento previo de los interlocutores en muchas ocasiones. Otra cosa era cuando nos sentábamos alrededor de la mesa y empezábamos a explicar los planes y, sobre todo, los apoyos y modificaciones que  precisaba  la  nueva  Unidad que,  de  forma  un  tanto  abrupta, se colaba y pedía compartir lo normalmente escaso o justo. Una vez más, los que dieron el paso al frente y apoyaron sin condiciones terminaron    beneficiándose    del buen clima creado y de la deuda, más que material, de gratitud, que habíamos contraído con ellos. Un ejemplo de esto lo dio la Academia de Infantería, mandada en aquel momento por el General Muro, que colaboró  en  todo  lo  que se le pidió y llegó a ofrecerse para acoger el campamento básico de emergencias; alguna instalación de  instrucción y adiestramiento recogió los frutos.

El  recorrido  por  las  Comunidades  Autónomas  fue  realmente enriquecedor. Lo comenzamos por Palma de Mallorca: no en vano el General  Coll  es  mallorquín.  Para empezar, fue absolutamente  fraternal.  Ocurrió  el  24  de  octubre de 2006. Esa noche nos invitó a cenar el Comandante General de Baleares, GD. Roldán Pascual; puede que fuera casualidad, o no. A la mañana siguiente nos recibió el Director General de Emergencias de  Baleares,  Pol  Pujol,  arropado por sus principales colaboradores y, durante todo el día, en jornada de mañana y tarde, con almuerzo incluido, nos presentaron quiénes eran, qué hacían y cómo lo hacían. Fue una auténtica clase que nos abrió los ojos y que se demostró de gran valor en los meses siguientes. Por otra parte, sentó uno de los modelos extremos de reunión con las direcciones de emergencias de las Comunidades. El otro extremo consistió  en  escucharnos  cortésmente y decirnos que “ellos” ya tenían todo lo que podían necesitar. Afortunadamente, la mayoría estuvieron más cerca de los baleáricos, aunque creo que no fueron superados, que de los otros.

Con el tiempo, la sensatez ha ido  abriéndose  paso  y,  con  mayor  o  menor  publicidad,  y  siempre dependiendo de si realmente conocen la Unidad o sólo tienen prejuicios, todo el “mundo” ha ido aprovechando el indudable servicio que presta la Unidad Militar de Emergencias en lo que le es mollar, las emergencias, sino también en la planificación, preparación, interoperabilidad y, en definitiva, cohesión, de los diferentes servicios que atienden tan importantes ocasiones a lo largo y ancho del territorio nacional.

Han pasado diez años y el balance es positivo. En realidad, pienso en un calificativo de mayor énfasis, pero uno de los principios de la Unidad, directamente de la cabeza de su primer jefe, es la humildad. Se ha ido construyendo sobre lo edificado,   completando   lo   que esbozamos en los primeros años, pero yo no llegué a ver “andando”: el sistema de gestión de emergencias y las unidades de riesgos tecnológicos. Y se han abierto los nuevos caminos de las operaciones en el exterior que, inicialmente no se contemplaban. Acaba de tomar el mando el cuarto primer jefe, después de los Generales Coll, Roldán y Muro. Todos han tenido que trabajar duramente para mantener la tensión que exige la reacción ante las emergencias y hacerse un hueco en las mentes y en los corazones de los españoles, uniformados y sin uniformar, profesionales del medio ambiente o de la protección civil o de las armas. La “división del mundo” aún existe, aunque cada vez es más asimétrica, a favor de la UME. Esperemos que el General Alcañiz tenga un mando en el que sólo tenga que preocuparse de los desastres naturales.

Vaya desde aquí mi sentido homenaje a los hombres y mujeres que en aquellos días de 2006, creyeron que eran capaces de cumplir la misión y se pusieron a ello con  tenacidad  insuperable  para alcanzarla porque, al hacerlo, han demostrado que las Fuerzas Armadas, que ellos y ellas animan, están por encima de todo para servir a España  y  que  servirla,  en  apoyo directo  de  los  españoles  cuando estos más lo necesitan, es la esencia de nuestro querido “Todo por la Patria”.

Siento,  para  terminar,  que  he dejado en el tintero muchos más sucedidos e historietas de las que he relatado y, sobre todo, muchos nombres de personas que se merecen figurar en la historia de la creación de la Unidad: el General Solana, en el reclutamiento inicial, el Coronel Leiva, en la base de la Sanidad, el Teniente Coronel Crespo-Francés, que propuso el escudo, etc, etc. Pido perdón a todos ellos.

El General Del Pozo fue Jefe de Estado Mayor de la UME en los empleos de Teniente Coronel y Coronel desde su creación hasta mayo de 2009

bottom of page